miércoles, 18 de febrero de 2015

- Irreversibilidad y presentir -


Existe en este mundo de realidades, ciertos momentos "bisagra" en la vida de cada uno y que integran algunos comportamientos o conocimientos que conllevan al crecimiento intelectual en uno mismo.

Tanto es así, que no importa que suceso es el que haya sido revelado o descubierto ante nuestros ojos, lo que eso genera cambia totalmente nuestra mirada sobre la realidad y hasta cambia nuestra visión sobre quienes aún no son aptos a descubrirlo, o que aún no se han tomado el tiempo de hacerlo, de sobrellevar dicha realidad o de salir a buscarla; nuestra mirada nos es diferente con respecto a ellos y hasta con gesto de soberbia en algunos casos y casi que se podría justificar la apreciación.

Uno puede traer cómo ejemplo cosas simples cómo la inexistencia de Papá Noel o los Reyes Magos. Se pueden pensar cosas medianamente complejas como la ley del off-side. Y hasta se puede llegar a cuestiones más complejas cómo de donde vienen los bebes o a donde se va un familiar cuando muere.

Si bien algunos de estos disparadores del intelecto, la duda y el crecimiento puede que se den en distintas etapas, esa mencionada resultante no depende del tiempo, por lo contrario, es certera y reveladora y no se le niega a nadie el cachetazo; al punto de encender luces en caminos no transitados por algunos, y hasta a veces estos caminos se hacen irreversibles; casi que podría decirse que son completamente irreversibles.

Entre las situaciones anteriormente mencionadas, hay una que está en la periferia de las categorías, no porque no esté a la altura de la cuestión, sino porque las tiene a todas y a su vez, las sobrepasa a todas, se la puede catalogar hasta cómo "rarísima", y ese tópico es EL AMOR.

Quizás algunos no estén de acuerdo con el grado de dificultad, por eso no se incluye o excluye, sólo se la aísla, pero estos no pueden contradecir en que su contribución a la intelectualidad y a la experiencia; y subsecuentemente es imposible ignorar que a medida que uno va experimentando esa irreversibilidad del descreimiento y se acerca cada vez más a la realidad en sí, a la certeza.

He aquí que uno llega a plantearse cuanto más debe explorar en ciertas etapas o pasajes de su vida o cuanto más afortunado es mantener cierta inocencia e inexperiencia en el asunto del amor; a fin de no caer en el pecado selectivo o en la eliminación de ciertos parámetros a fin de no caer en las influencias, mal influenciadas, de las agonías de la práctica del amor.

Es sabido de la dificultad para esquivar estos procesos más que nada por la naturaleza ilógica de la materia, pero también, podrían determinarse, cada uno por su propia cuenta, que ciertas de estas recolecciones de conocimientos fuesen suprimidas, prohibidas, censuradas; o si se quiere, quitarle importancia a tales porrazos lógicos del ejercicio.

Se cree que podría uno vivir en cierta ignorancia y poder disfrutar de las experiencias por más tiempo o con mayor reparo para no perder el tiempo en cada caída posible; a fin de poder continuar con la dicha de la práctica sin tantos contratiempos. Nada bueno puedo obtener yo, si se o me enfoco en lo que podría pasar, es mejor no pensar, no saber.

Ahora, para los que ya caminamos por las calles de la irreversibilidad, les recomiendo el borrado con aguarras de esas lecciones tatuadas en el inconsciente, lo mismo con los recuerdos o la experiencia misma, volver hacia la ignorancia si se puede, o es un mejor decir... avanzar hacia la ingenuidad.

¿Podríamos aplicarlo entonces a todas las irreversibilidades?

Dicen, pues, que es mejor morderse un dedo cuando están a punto de vacunarte para así no sentir que a uno lo han pinchado.

Siempre mejor, es avanzar...

"Si yo pudiera, cómo ayer, querer sin presentir..."  Enrique Santos Discépolo



domingo, 8 de febrero de 2015

- El problema de las asociaciones -


Estaba viendo por la ventana hace un momento, mientras la lluvia mojaba la ciudad. Y vi por detrás de las nubes más oscuras un destello de la luz que intentaba asomar, haciendo una predicción, quizás pronto pare de llover.

Cómo la tormenta a veces se compara o se asemeja mentalmente a momentos tristes, de grandes problemas; me sentí algo incómodo con la vista, pero un poco alegre por lo que vendría.

En ese momento me puse a pensar cómo a veces asociamos ciertas situaciones que implican tristeza o desesperación, y las llevamos a la comparación con otros elementos o situaciones. Por ejemplo, cuando vemos un problema tan grande que lo comparamos con el abismo, quizás por la oscuridad, quizás por la caída, quizás por lo lejano. Y es allí cuando un problema nos arrastra hacia un abismo, por nuestra propia invocación de asociaciones.

¿Y si comparamos los problemas con situaciones donde la solución llegara más rápido que si nos cayéramos a un abismo? Pensemos que para salir de un abismo, si es que pretendemos salir vivos de allí, deberíamos gritar por ayuda, que venga un cuerpo de bomberos, o un helicóptero a rescatarnos; me parece que todas esas cosas llevarían mucho tiempo.

Si en verdad queremos salir lo más rápido posible de un problema, y nos es inevitable la asociación, y la oscuridad es imposible de ignorar, ¿porque no buscar una asociación que podamos aprovechar mejor? Donde podamos ver la luz con mayor rapidez. Yo sugeriría utilizar comparaciones como la de un túnel de un tren, poder volver a ver la luz quizás ni requiera gritar por ayuda sólo empezar a caminar y ¡salir de allí!

Quizás hemos estado asociando y comparando mal desde el principio, con todo.

Mientras escribía, paró de llover, me siento más feliz. ¡Qué rápido!