martes, 6 de febrero de 2018

Defensor, una vida en el lateral derecho

Y así fue como salí ovacionado en el día de mi gol N° 29. Claro, no de festejan muchos goles cuando sos un lateral derecho.

Son decisiones de vida, ¿sabes?
"Como te paras en la cancha, te paras en la vida", decía mi abuelo. Y así fue como la posición de lateral derecho, de defensor derecho se pegó a mi como uña y carne.

Había que salir del túnel a la cancha y yo volví a pensar en decisiones porque la cosa es así, realmente, o elegís defender, o elegis merodear o elegís atacar; y en la vida es lo mismo. Y para colmo después tenes que pensar entre un papel central en la cancha, o apenas bordear. Y no te vayas a salir de tu puesto porque el técnico te saca.

No te vayas a creer que por ser defensor me quedo sólo en mi zona de confort esperando a que los contrarios me lleguen para cortarlos; hay veces que me trepó por mi banda y me busco los problemas yo solito. Como el día de mi gol 29.

Ojo, no tengo los dones de las grandes estrellas, será por eso que cuando llegan los goles de uno, ese día la gente te llama mucho, y te saludan personas que en partidos normales no te registra.

Sigo pensando en mis cualidades y debo admitir que hay veces que dejó pasar algunas de los contrarios, uno no puede con todo. Pero mis compañeros saben que en los partidos importantes dejo todo, aunque se me vea cansado y sin piernas.

No quiero con todo esto venderme a Europa o jugar en la selección, a mi edad, con mis goles.
Sólo quiero relatar como ese día de mi vida cuando tomé la pelota y decidí escapar por mi banda, juntando problemas detrás y en el horizonte.
Sin levantar mi cabeza y con mi paso firme, creyendo que así todos esos problemas se cansarian antes que yo, o que la cancha se me terminaría antes.

Tuve un momento de lucidez, recuerdo, y sé que pensé que mi corrida era ya muy larga; sé  que levanté la cabeza y vi una mano compañera denotar desmarque.
Pare la pelota pensando en abandonar mi momento de gloria, vi como mis problemas pasaban de largo y se estrellaban contra un cartel de gaseosa de pomelo; le di un golpe con fuerza al balón y sin olvidar cuan agresivo era el viento ese día, la pelota se dejó llevar e ingresó por la valla descuidada de mis contrarios.

Mientras mis compañeros venían hacia mi pensé que como en el fútbol y en la vida, la suerte te puede sacar de problemas.

Salí de mi trance para expresar mi alegría y ver la felicidad en el rostro de la hinchada, de mis compañeros y de mi técnico. Vi a mis miserias que aún permanecían estrellados contra el cartel de gaseosa pomelo, y pensé en la amargura que estarían sintiendo como si fuera una leve ironía.

Recorrí el lateral de vuelta hasta mi posición y ahí, en mi lugar pensé: "Que lindo es vivir aquí".

"¡Prip!", silbato. A las duchas.