miércoles, 6 de enero de 2016

- Ella que mira el mar.


Piensan y se miran fijamente.

Ella baila sin darse cuenta, el ritmo está impuesto, la mesa está servida.

Es de día pero todo se oscurece al rededor, no porque no exista, sino porque no importa.

Cree uno, que mira desde lejos, escuchar lo que se dicen, quieren descifrar lo que insinúan, entender lo que significan.

Hay un lenguaje de señas, de gestos, de ideas que transportan cuerpos, que limpian almas.

Eso vi yo ese día, cuando creí encontrar a una persona caminando frente al mar. Creí estar frente a una situación cotidiana, pero fui testigo de una charla, de un cortejo, de un encuentro, de un desafío.

Ella, la que miraba el mar...

Ella, la que miraba el mar, buscando perderse, buscando encontrarse.

Ella, la que miraba el mar, queriendo sentirlo, queriendo pisarlo.

Ella, la que miraba el mar, buscando un recuerdo, dibujando uno nuevo.

Ella, la que miraba el mar, viéndose cerca y pensando cuando lejos había llegado.

El mar cual alfombra inquieta dice una y mil veces que aquí es donde se queda.

Se dice ser astuto y desafiante, te mira a la cara simulando un reflejo pero haciendo suyo tú destello.

A los apurones, no hace amigos, pues sabe que por la noche viene y durante el día se aleja.

En sentimiento, simula tal cómo un frío y descortés, pero sabe cortejar, sabe embellecer, sabe inspirar.


Ella que siente el mar, ella que doma al mar, ella que ama el mar, ella que mira el mar; o al menos eso piensa. Yo, que estuve ahí, intuí que se miraban mutuamente, y en esa mirada se dijeron algo, se dijeron: "No es 'adiós', es 'hasta luego'".



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