Piensan y se
miran fijamente.
Ella baila sin
darse cuenta, el ritmo está impuesto, la mesa está servida.
Es de día pero
todo se oscurece al rededor, no porque no exista, sino porque no importa.
Cree uno, que
mira desde lejos, escuchar lo que se dicen, quieren descifrar lo que insinúan,
entender lo que significan.
Hay un lenguaje
de señas, de gestos, de ideas que transportan cuerpos, que limpian almas.
Eso vi yo ese
día, cuando creí encontrar a una persona caminando frente al mar. Creí estar
frente a una situación cotidiana, pero fui testigo de una charla, de un
cortejo, de un encuentro, de un desafío.
Ella, la que
miraba el mar...
Ella, la que
miraba el mar, buscando perderse, buscando encontrarse.
Ella, la que
miraba el mar, queriendo sentirlo, queriendo pisarlo.
Ella, la que
miraba el mar, buscando un recuerdo, dibujando uno nuevo.
Ella, la que
miraba el mar, viéndose cerca y pensando cuando lejos había llegado.
El mar cual
alfombra inquieta dice una y mil veces que aquí es donde se queda.
Se dice ser astuto
y desafiante, te mira a la cara simulando un reflejo pero haciendo suyo tú
destello.
A los apurones,
no hace amigos, pues sabe que por la noche viene y durante el día se aleja.
En sentimiento, simula
tal cómo un frío y descortés, pero sabe cortejar, sabe embellecer, sabe
inspirar.
Ella que siente
el mar, ella que doma al mar, ella que ama el mar, ella que mira el mar; o al
menos eso piensa. Yo, que estuve ahí, intuí que se miraban mutuamente, y en esa
mirada se dijeron algo, se dijeron: "No es 'adiós', es 'hasta
luego'".
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