martes, 15 de noviembre de 2016

- En el pueblo de los ciegos.


Se llamaba "Prosperidad", el pueblo que vio nacer a un viejo emprendedor de la caza y la pesca que, luego de alcanzar una enorme fama por sus innovaciones en materia de accesorios para dichos deportes en la naturaleza, decidió volver para recorrer aquellas calles de tierra que le traían los más gratos recuerdos y de lo más melancólicos.

El tiempo no había movido casi ni las hojas de los árboles de los lugares preferidos de nuestro empresario, que al pasear por su pueblo natal saludando a cada uno de sus habitantes, que con una forma de ser muy activa daban vida al lugar, descubrió que estos no podían contar la misma historia que la infraestructura, pues el tiempo si pasó para ellos.

Los jóvenes del pueblo se habían mudado a estudiar a las grandes ciudades aledañas y el lugar había quedado solo poblado por la clase más anciana. 

Cómo toda gente anciana, la edad tiene sus contras y casualmente por cuestiones de la zona, del aire y otras variables que se desconocían, los actualmente residentes del lugar poseían una incapacidad de ver bien la cual les tenía un poco complicada la existencia.

Dicho problema acechó de inmediato la mente del empresario que pasó sus días y noches de estadía pensando cómo ayudar. La compra de lentes para todos los residentes era un poco costosa y más considerando que en algunos casos la ceguera era increíble.

Pensando en las cosas que él poseía, que él mismo había inventado para sus actividades de negocios sobre la caza y la pesca convirtió un par de binoculares en unos gorros con los mismos cómo si fuesen lentes, y procedió a enviarlos desde su estudio para que sean entregados a todos en el pueblo. 

Recibió el agradecimiento mediante una carta y una placa que enviaron de vuelta, por correo, desde su pueblo natal mientras él seguía su viaje de negocios.

Al pasar el tiempo y volver a visitar el pueblo, el empresario se encontró con un lugar desolado, olvidado, irreconocible. Se adentró por las calles buscando algo o alguien que le indique que estaba sucediendo con la armonía y la buena vibra que se respiraba meses atrás y al encontrar al barbero del pueblo, Enrique, que venía utilizando el dispositivo que él había diseñado, se le acerca y lo saluda con amabilidad, pero de inmediato le dispara la consulta sobre el estado del lugar, buscando un porque.

Enrique le explicó que al momento de llegar los binoculares, los mismos no tenían instrucciones de uso, entonces un grupo los tomó y se los colocó de una forma y otro grupo se los colocó de la forma inversa, haciendo que a unos les mejore la vista cercana y a otros la lejana de la realidad que antes ignoraban por estar cortos de visibilidad. 

Esto generó discusiones y polémicas en el pueblo que, para ese entonces, se encontraba en varias disputas sobre todo lo uno se pudiese imaginar.

Esto enojó mucho al empresario y a la vez lo llenó de culpa, lo que llevó a que se retire, dejando atrás su invento fallido y su pueblo ahora dormido y dividido por las opiniones de diferentes puntos de vista.

Al momento de irse a toda velocidad, el empresario levanta una terrible nube de polvo que hizo que Enrique se tropiece y rompa su dispositivo para ver. 

Desesperado, Enrique toma las sobras de su aparato y lo arregla con mucha cinta y cómo puede, el resultado no es el esperado ya que invierte uno de los lados del binocular dejando uno con posibilidad mejorada para ver de cerca y uno de los lados para ver de lejos. 

Esto hizo que Enrique se maree al principio hasta que descubre que utilizando de a un solo ojo a la vez podía tener las dos miradas de la realidad que tanto estaban separando al pueblo.

Cuando Enrique corre a querer enseñarles a todos su nuevo descubrimiento, ambos grupos opositores lo rechazan alegando que estaba loco al querer manejar ambos lados de la realidad y en un único golpe de conciliación entre las facciones del pueblo echaron a Enrique del mismo para siempre.

El pueblo no volvió a ser el mismo. No se lo volvió a ver al empresario por allí. No hemos vuelto a saber de Enrique. Con el tiempo, los ancianos fueron falleciendo y con ellos el lugar, y todo por ver las cosas al revés.

En la vida siempre habrá distintas visiones de una situación, ¿dos? ¡MILES! 
No por eso vamos a terminar por destruir un pueblo, ni a dar por expulsados a quienes no tienen intenciones de tomar UNA SOLA VISIÓN.
¿Será mejor quitarse los binoculares a veces?


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